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ORACION AFECTIVA
En esta segunda clase de oración, que llamamos
afectiva, se da más predominio a los afectos de la voluntad que a las
consideraciones del entendimiento. En ella se examina un misterio, una frase de
la Escritura o por ejemplo estas palabras: "Verbum caro factum est", y sobre
ello se hacen actos de fe, de esperanza y caridad, de admiración, de acción de
gracias, etc. También se toma una de las perfecciones de Dios: su sabiduría, su
bondad, su santidad, y se considera cómo ha sido comunicada a Jesucristo, a la
Santísima Virgen, a los ángeles y a los santos. Por todo ello, se alaba a Dios y
se le pide la participación, deteniéndose cuanto sea posible en los afectos que
más hayan conmovido.
CAPITULO XIII
Oración mental ordinaria. --- La oración afectiva
1. De la meditación se sube a la oración afectiva: no
sólo porque el progreso interno de la meditación desemboca en la afectiva; sino
porque es superior en excelencia y en fruto espiritual. Ya dijimos que aquí es
más breve el tiempo que se lleva el entendimiento, menor su actividad, distinta
la forma de su trabajo y que en cambio, lo llena casi todo con su movimiento, la
voluntad. El paje de acha, que diría S. FRANCISCO DE SALES, deja su puesto
central a la reina, el entendimiento a la voluntad; el conocer es solo
disposición previa del querer.
1. Cómo es la oración afectiva. - Clases de almas. -
Consejos prácticos.
2. ¿Cómo es? Miremos al entendimiento y a la voluntad
y lo entenderemos.
A) EN EL ENTENDIMIENTO
apenas hay discursos o razonamientos y, cuando los hay, son muy cortos. Lo más
frecuente son, meras consideraciones breves, completas en sí cada una,
distanciadas, derechamente enderezadas casi siempre a la voluntad para vivir
según Dios.
B) LA VOLUNTAD se
apodera una por una de esas reflexiones o de los razonamientos, si los hay, y
sobre cada uno, se emplea con variedad de sentimientos en deseos, súplicas,
propósitos, y conversa sencillamente con Dios según el plano en que la ponen ya
sus propios movimientos ya los toques de la gracia. EJEMPLO. Porque así se
entenderá mejor. Sobre el pecado, la meditación discurre y pondera lo que es por
sí, por el ofendido Dios infinito, por el ofensor criatura miserable, por los
castigos, por la degradación íntima de alma y cuerpo...; la oración afectiva
toma esta reflexión; v. gr.,, «qué atroz es un pecado, cuando la castiga Dios
con el infierno! », y con esta reflexión se está un rato temerosa del riesgo en
que se puso al pecar, otro en ansias de huir para siempre de la culpa, otro...
esto mismo lo hace ya a sus solas ya hablando con Dios y pidiendo perdón y
dándole gracias porque no está en el infierno y ofreciéndose a padecer y hacer
penitencia y rogándole que le guarde de ofenderle jamás... Al agotarse la
reflexión en la voluntad, toma otra en el entendimiento v. gr., « ¡que un pecado
trueque aun Ángel en demonio! », y ante esto la voluntad se admira, se
estremece, se aterra..., se pregunta cómo apareció ella ante Dios con sus
pecados, se llena de horror de sí, se maravilla de que la aguantara un momento
Dios, se hunde en su horrura ante la santidad infinita... Así con cada
reflexión.
3. ¿Suavidad? Por
estos ejemplos se ve cómo procede esta oración y cómo lo llena todo la voluntad;
pero no se crea que siempre es la afectiva o dulce y suave o ardiente e
inflamada: así lo, es en la consolación; mas no siempre es consolada, sino que,
tiene muchas veces la mera facilidad y tiene otras muchas desolación y aridez y
con ella viene también en la afectiva para la voluntad, el trabajo y esfuerzo,
penoso y muy penoso cuando se ve obligada a sacar y sostener los afectos,
deseos..., a pura fuerza de brazo, como se dice. Para estos casos véase en la
mística, cap. XVIII, y aquí n. 22.
N. B. También se entenderá
por los ejemplos, qué difícil es dar puntos adaptados a la afectiva y por qué
los libros que así se titulan; no lo son; el autor se detiene más o menos en la
parte de la voluntad, da material para una lectura de tipo afectivo, pero no
sugiere consideraciones apropiadas para que de ellas saque por sí misma el alma
los movimientos suyos de su voluntad.
4. Clases de almas.
No requiere gracias especiales esta forma de oración: con las ordinarias, que
están al alcance de cuantos las piden bien, pueden orar así las almas que tienen
capacidad para la oración mental. Pero no a cualquiera de esas almas, la es
igualmente fácil ni provechosa. Por eso ha de saber el director en quiénes la
debe aprobar, a quiénes ha de impeler hacia ella, a quiénes ha de contener para
que no se metan a destiempo en ella con menoscabo y aun con daño positivo
espiritual.
5. Consejos prácticos.
No conviene decir a cualquier alma que la afectiva es grado superior. a la
meditación, de más excelencia, más fecunda espiritualmente... La técnica no es
para manejada normalmente por las almas, que la toman hartas veces por el filo y
no por el mango. Eso lo ha de saber el director para dirigir; no las almas para
retraerse unas por humildad falsa, precipitarse otras por curiosidad o
presunción, pavonearse desgraciadamente porque han adelantado en oración... A
las almas basta enseñarlas a orar así cuando las conviene y que. esta manera es
muy corriente y que entonces se arreglarán mejor ellas con esa que con otra
forma. Pero entremos ya a declarar las clases de almas a quienes conviene en
concreto la afectiva y sus condiciones y sus modos de llegar y haberse en ella..
II. Las meditativas. - ¿Todas? - Debían avanzar,
pero... - Consejos prácticos. - Señales.
6. Las meditativas.
Las almas que empiezan por la meditación ponderativa y que son en ella fieles,
constantes y generosas, al cabo de su tiempo, vienen generalmente a pasar, sin
darse ellas cuenta muchas veces, a la oración afectiva. Porque a eso lleva por
sí mismo, el desarrollo progresivo de la meditación, como se entenderá mejor al
declarar las señales.
¿Todas? Dejamos ahora a las
que: a) por no aplicarse de veras a, la meditación, no progresan en la forma,
como tampoco en lo demás - b) por no ser constantes, se las va todo en empezar y
re-empezar - c) por poco generosas, estropean con su ruindad la obra y fruto de
la meditación; porque de todas éstas ya se ve que no han de llegar a menos de
corregirse, y, por tanto, que por esa enmienda ha de comenzar con ellas el
director.
En las que se dan de veras
a. la meditación y son constantes y generosas es lo normal que acaben por venir
a la afectiva, espontáneamente y deslizándose hasta ella sin notarlo, por
grados, en muchas; más de salto y con advertencia, en otras.
7. ¿Cuándo? No es
cosa de plazos fijos ni de tiempo por el tiempo, sino que es consecuencia de
haber sacado los frutos propios de la meditación. Esto tardan más o menos las
almas, en lograrlo, según su fervor verdadero, el ambiente en que viven, la
dirección que reciben y, naturalmente, el temperamento y las gracias que las va
dando Dios a cada una.
A los frutos ha de atender
el director para inducir suavemente a las que ve preparadas y no dan el paso por
sí solas; para aprobar las tentativas de las que estando maduras, quieren
reflejamente, ir cambiando su forma de orar; para ver satisfecho cómo van
derivando a la afectiva sin darse ellas cuenta, las que, con el fruto de la
meditación, se van disponiendo para subir a la afectiva. Pero antes miremos el
problema de ésas.
8. Almas que debían avanzar y no avanzan.
Porque las hay que aun después de mucho tiempo de meditación y fervor, sólo
meditando logran concentrarse en Dios para orar; las hay también que sólo en el
trabajo de meditar, encuentran la conciencia consoladora de haber cumplido
lealmente su deber con Dios en la oración. ¿Qué hará el director con estas
almas.?
9. Consejos prácticos.
Por algún tiempo, es lo prudente esperar y no
inducirlas: entre tanto, se estudia la causa y, según sea, se procede con cada
una:
a) Si es tendencia de la
gracia en el alma, se respeta mientras dura. Pero vea el director si obedece la
tendencia misma a que parecía que si, pero de hecho no ha sacado todavía bien
esa alma, los frutos de la meditación. Si eso halla, ayúdela para que acabe de
conseguirlos y se la facilite el paso a la afectiva.
b) ; Otras veces de humildad
falsa proviene el estancamiento: por creer que la afectiva es grado más alto y
supone adquirida cierta dosis de virtud y solidez..., se retrae porque no se
siente preparada, o digna o capaz (frutos de la técnica tomada por el filo). A
éstas hay que animarlas quitando importancia a sus temores, porque es muy
corriente esta forma de oración, no va unida a grado especial de virtud, muchas
empiezan por aquí... (1).
c) En otras es escrúpulo:
por no entender lo que realmente trabaja el alma en la afectiva, no se persuaden
haber puesto lo suyo, si no se esfuerzan por. razonar y más razonar. En este
error hacen caer fácilmente libros y directores que sólo explican la meditación
ponderativa: porque luego piensan las almas que sólo esa es oración mental y,
cuando falta el movimiento del entendimiento con su discurrir y razonar, ya se
convencen de que aquello no es oración, sino ocio y tiempo perdido y tibieza
suya y flojedad. A éstas hay que desengañarlas y hacerlas pasar sobre tales
escrúpulos y errores, con bondad, pero con energía.
d) Lo más práctico suele ser
con todas estas almas insistir en que vayan entremezclando plegarias al empezar
cada punto, cada motivo nuevo, cada aplicación práctica y propósito;
verbigracia, pedir se lo haga tomar por el lado más provechoso, que se lo
bendiga, que se lo haga eficaz; ofrecerle lo que está pensando, deseando...
Desde luego en tales casos
hay que urgir las paradas, como se explicó en el capítulo anterior.
También hay que imponer
momentos de silencio y atención a la gracia. Así se las pone. en pendiente suave
para que vengan ellas mis mas deslizándose a la afectiva, sin sacudidas
violentas y contraproducentes.
(1) Pero si ha leído uno de
esos libros que presentan la afectiva como propia de ciertos progresos en el
espíritu; trabajo le costará al director, hacerla cambiar de juicio. No es
prudente poner tales cosas en libros para dirigidos y menos con precisiones y
fórmulas técnicas y menos dejando incompleta la doctrina o dando por ciertas,
opiniones discutibles.
10. Señales para el paso a la afectiva en almas
meditativas.
Como estas señales son los frutos de la
meditación bien hecha, es muy útil al director conocerlas: no sólo para el paso
a la afectiva, sino para orientar y urgir en la meditación y medir en ella los
progresos del alma.
Por sí misma es patente la
relación entre estas señales y las calidades de la oración perfecta; por lo cual
es provechoso al director ver cómo se van adquiriendo por obra de la meditación.
Lo mismo se diga de los fines y frutos de la labor del entendimiento en el
meditar.
11. 1.a SEÑAL. La tendencia a reposar sobre el
conocimiento de las verdades de la fe: a)
Con el trabajo de la meditación, han adquirido
sobre estas verdades ideas, para ellos, abundantes, hondas, variadas: más que
buscar otras nuevas, les pide ya el corazón, penetrarse y empaparse de ellas
saboreándolas con paz; «porque no el mucho saber harta y satisface al ánima. mas
el sentir y gustar de las cosas, internamente» (1).
b) Se les ha avivado, con el
ejercicio, la fe; y ahora, como de golpe, llegan al punto a su certeza,
hermosura, necesidad.... por eso desean ya alimentarse de ella, re gustar su
sabor.
e) No suprime esto toda
labor del entendimiento, pero la de ahora es más suave, más amable, más amada
(2).
12. 2.a SEÑAL. Deseo
de mayor limpieza de corazón: La fe más viva y el amor más hondo, las hacen
mirar cada faltilla, cada aficioncilla, como un estorbo para volar y unirse á
Dios y descansar en El; por eso, más que a discurrir sobre sus propósitos,
propenden a concebirlos humildes y firmes en el trato familiar con El y hartas
veces en forma de súplica, más que de propósito.
13. 3.a SEÑAL. El
deseo de conversar familiarmente con Dios: En la meditación ha ido
desarrollándose el amor, que busca la intimidad; ahora se les hace fácil y suave
y deseable el trato y conversación con Dios: más que razonar, quieren ahora
hablar sencillamente con EL, consultarle sus negocios y dudas, derramar ante EL
sus alegrías y tristezas, sus esperanzas y temores, sus planes de santidad y
apostolado; alegrarse con EL de su gloria infinita, de su felicidad sin límites;
gozar con su hermosura, temer y esperar de su poder: en una palabra, saborear el
«Deus meus et omnia», el «Omnia mea tua sunt»...
14. 4.a SEÑAL. La
tendencia a plegaria larga, humilde y con fiada: El ansia de mayor pureza de
corazón, la necesidad de unión y trato con Dios, han palpado que no la podrán
conseguir sin gracias abundantes y poderosos pero han palpado también que esas
gracias, sólo con ruegos y gemidos las han de alcanzar: por eso todo las lleva a
discurrir menos y a orar y rogar más y más.
Almas con estas señales,
claro es que tenderán a la oración afectiva y el director ha de animarlas a
ella.
(1) Ejercicios nº 2.
(2) Aprovechando para la oración, lo estudiado en
Filosofía y Teología, se pueden ahorrar largos discursos en la meditación y
abreviar el tiempo para la afectiva, con todo el fruto de la meditación. ¿Por
qué no hacerlo?
III Almas en que domina el corazón. - Cómo vienen a la
afectiva. - Cómo se ha de proceder con ellas.
15.
Almas en que domina el corazón sobre la cabeza. Las hay ardientes, las hay
tiernas, las hay penetrantes de corazón. Ese corazón es un peligro, porque es
una fuerza potente. Si se
desenfoca, se estrella o se hunde;; pero bien
orientado a Dios uno de estos corazones, es como el que va en aeroplano, para él
no hay distancias.
Esto pasa mucho con mujeres:
una idea, una imagen vibra el corazón: ¡hasta dónde llegan y con qué rapidez, si
le ponen todo en Dios! Pero son muy difíciles y a cada paso está uno temiendo
verlo todo deshecho de un soplo, como un castillo de naipes. Sólo cuando el amor
de Dios llega realmente y establemente a avasallarlo todo, sólo entonces hay
garantías sólidas de santidad firme y heroica.
16. Cómo vienen a la oración afectiva.
Algunas, pocas, con una temporada de meditación. la
inmensa mayoría empieza ya por la afectiva.
De mil mujeres no son dos
las que meditan; las demás entran desde el principio en la oración mental, por
la afectiva.
Aun la preparación de
lectura meditada, ha de ser en ellas lectura de tipo afectivo, es decir no muy
denso de ideas, pero sólidas y claras, y enfocadas hacia la voluntad, para que
el pasto del entendimiento obre en él rápidamente a fondo y deje al punto el
puesto al corazón.
17. Cómo se ha de proceder con ellas.
Además de lo indicado sobre sus lecturas y lo que
luego diremos sobre los puntos, que ambas cosas tocan a la preparación; en la
oración misma: a) .. La presencia de Dios, tan esencial para todos, es funda
mental para estas almas. Al principio, las ayuda más el mirarle dentro de sí,
porque se recogen mejor. b) Las reflexiones cortas sobre los puntos preparados.
c) Los afectos de
admiración, contrición, amor, deseos... d) Plegaria frecuente.
e) Aplicaciones y propósitos
prácticos, humildes; no discutidos ni razonados; sino consultados con Dios y
ofrecidos a EL.
f) Tanto en las reflexiones
como en lo demás ha de atender a lo que pide la materia y necesidades del alma,
cuando no se adelanta con sus inspiraciones y mociones, la gracia.
g) En las sequedades y en
lucha de distracciones frecuentes, avivar más intensa la fe y plegarias dichas
con esmero, atención y despacio. Pueden ser jaculatorias, salinos (que ayudan
mucho), los actos de fe, esperanza y caridad, de contrición...; pero no rezados
de coro, sino con pausa, por anhélito o compás y parándose donde apunta algo la
devoción (1).
(1) En el rezo del
breviario, raro es el día, en que no hiere alguna frase: es muy práctico,
rumiarlas en alguna visita..., y apuntarlas para acudir a ellas en la sequedad.
Cuando se van multiplicando, se las distribuye por materias y así se tiene su
grupo más variado, para cada afecto que se desea fomentar según la ocasión.
IV. Almas en desolación. - Cuáles. - En qué
desolación. - Cómo proceder.
18. Desolación. Sus
notas principales son: oscuridad del alma, turbación, inquietud de agitaciones y
tentaciones, inclinación a lo bajo y terreno, tristeza, hastío y cansancio
espiritual, desconfianza, frialdad, impresión de soledad y abandono interior...;
porque la desolación envuelve bastantes elementos, pero todos deprimen y
desalientan y cortan las alas para el bien. (Ejercicios, n.° 317, y más abajo
cap. XXVIII, núms. 11-20.)
19. ¿Cuáles? En
desolación puede hallarse el alma: a) Por flojedad en prepararse, recogerse,
trabajar fielmente lo suyo...
b) Por escarmiento de alguna
falta particular (cap. 1, 10), Y. gr., por poco agradecida al consuelo, por
haber confiado en sus medios...
c) Por prueba y
purificación; aun siendo, fieles y fervorosas, al mejor tiempo, sin culpa
especial, se ven envueltas en desolación.
Aunque de las advertencias
siguientes, sacarán provecho todas, pero las de a y b han de poner el primer
remedio en corregirse: para las de c va propiamente ante todo, este artículo.
20. En qué desolación.
Porque la hay alternante y pasajera; y la hay larga y
permanente por temporadas y por años seguidos.
S. IGNACIO en n .o 317-322
de los Ejercicios da consejos para toda desolación; pero mira más derechamente a
la alternante pues habla más para la primera semana y por eso dice v. gr.
«píense que será presto consolador (n.° 321).
Nosotros atendemos ahora a
la desolación permanente y en ella a la oración, mirando más propiamente a la
noche ascética (1).
(1) Para otras cosas véase
el cap. VII, 13 y sobre todo cap. XVIII, XXII y XXIII.
21. Cómo proceder. No
se den esperanzas de que volverá pronto la consolación; porque en este estado de
desolación purgativa (ascética o mística) ya dijimos que dura mucho tiempo
seguido y no se puede prever con seguridad su término.
Cuanto más fiel, humilde y
generosa sea el alma, más rápida será la purificación; pero su hondura y
duración dependen también de la altura a que prepara Dios al alma.
22. Estas almas suelen decir que no pueden meditar ni
discurrir,
y así es. Su oración, según los Santos, ha de
ser principalmente
a) Reconocer su impotencia y
confiar sólo en Dios. Para eso, en tal e stado interior, no han menester
razonamientos, que harto lo palpan. Eso busca Dios: la humildad y anonadamiento
del alma.
b) Reconocer la justicia del
castigo, aunque no hayan cometido nunca culpas graves. Las tinieblas y sequedad
enervan la fuerza de las consideraciones sobre la gravedad de la culpa, el bien
de pagar aquí, la necesidad de purificación íntima para llegarse a Dios: en
cambio las hace mucho bien para esto, mirar a Cristo paciente y repetir el «nos
quidem juste, nam digna factis recipimus. Hic vero, nihil mal¡ gessit». Esto da
fortaleza y amor, que en sequedad y todo, conforta y sostiene firme al alma.
c) Contra spem in spem.
Recordar las promesas divinas, el amor de padre y esposo de Dios para el alma...
; hay que hacerlo; pero poca fuerza dejan a estas consideraciones la tristeza y
postración del alma, su oscuridad y turbación: sólo halla paz en unirse a Cristo
y repetir con EL «Pater, in manus todas...»
d) Conformidad entera con la
voluntad de Dios. Pensar que no hay más voluntad que la de Dios, que en ella
está nuestro fin, nobleza, gloria..., hay que hacerlo; pero es la noche tan
cerrada, que no ve el alma en ella y lo entiende mejor yendo al Huerto a repetir
con Cristo «Pater, si fieri potest... sed non mea voluntas, sed tua fíat». Estos
frutos pretende Dios. y a ellos hay que llevar al alma, con bondad y firmeza.
e) Plegaria frecuente,
perseverante y humilde. Si meditar no puede y las reflexiones parecen no hacer
mella, sí puede rogar y suplicar. Puede y lo necesita: la ausencia sensible de
Dios, el recrudecimiento de la tentación, la postración y desmadejamiento
interior...; todo exige gracia abundante para triunfar: hay, pues, que pedirla y
mucho, a Cristo en su desolación, a la Virgen, consuelo de afligidos..., y
muchas veces hay que recordárselo al alma, porque las hay que se olvidan o
acobardan para pedir y, si no se pide de veras, todo está perdido.
V. Atinas incapaces de discursos seguidos. -- Clases.
- Método. - Nota final.
23. Incapacidad de discursos seguidos.
No tenemos para qué apormenorar sus causas y la
variedad de formas que por ellas tiene esta incapacidad: nos basta recorrer sus
clases e indicar para cada una el método.
Enfermos. Cuando es
enfermedad la que pasajera o más establemente: a) Impide el trabajo mental
seguido; es claro que ha de reducirse la oración a reflexiones cortas sobre las
cuales apoye su movimiento propio la voluntad.
b) Más, si, ni atención
suave permite seguida el estado de salud; habrá de consistir la oración en
sorbitos distanciados, cada uno de los cuales viene a ser poco más o nada más
que una jaculatoria, dicha de alma y corazón.
24. Niños. Otra cosa
es cuando se debe a la edad. Los niños no tienen cabeza para discursos
enhilados; pero, si son inteligentes, cogen las ideas y sacan de ellas luz:
tienen corazón y con él energías para amar, obrar y vencerse.
Por eso hay que darles las
ideas claras y plásticas, que las vean fácilmente bien: y hay que abrirles el
camino para los sentimientos, aplicaciones y conversación con Dios, para que
hablen con EL como suelen con sus padres y amigos. Un recurso eficaz suelen ser
las preguntas: v. gr., ¿qué le dirías tú al Niño Jesús?; ¿qué harías por El?;
¿qué le prometerías para hoy?
25. Nota final., No
es raro el problema de almas con poca instrucción espiritual, que van a la
oración y no discurren en ella. Sin instrucción no se las puede dejar, porque es
evidente que ni en la oración ni en lo demás podrían adelantar, a no ser con
luces extraordinarias de Dios.
Ni solidez tendría a la
larga su vida espiritual.
Mas no se pretenda que
adquieran la enseñanza que les falta, convirtiendo su oración en meditación,
porque se quedarían sin
CON LAS POCO INSTRUIDAS lo
uno y sin lo otro. La oración no se la debe perturbar ni imponer lo que no es
para ellas.
Fuera de la oración se las
ha de adoctrinar con libros y lecturas acomodadas. a su alcance y preparación :
y, sobre todo si son algo ligeras, convendrá hasta pedirlas cuenta de lo que van
leyendo, para que se fijen más y se les fije más.
Esto no ha (le olvidarse con
cuantas almas pasan a la afectiva y aun a la contemplación, con poco o ningún
tiempo de meditación.